La inestabilidad emocional del presidente es cada vez menos disimulable. Sus brotes de furia, que se producen cada vez que la realidad lo contradice, y sus largos exilios en X, donde aprueba y postea agresiones, descalificaciones y ofensas de una manera impropia para la investidura que ejerce, causa preocupación entre quienes lo rodean.
Javier Milei resulta instrumental para ciertos grupos que se benefician con su gestión, los más concentrados de la economía, el poder financiero y los productores y exportadores de alimentos y materias primas. Para el resto su gobierno ha significado la catástrofe, aunque algunos no quieran admitirlo para no dar su brazo a torcer o porque todavía son presa de un odio visceral al kirchnerismo. Pero, tal como lo afirmó Mauricio Macri, está aislado: es él, la tarotista, y un grupo de escaladores que pretenden obtener beneficios a su costa.
El problema es que Milei es un instrumento esencial para esos intereses concentrados, pero su primitivismo político y su inestabilidad emocional les preocupa, y mucho.
Cierto es que los partidos políticos están fracturados, divididos y desacreditados ante la sociedad, lo cual juega a su favor. Pero en su contra tiene una poderosa adversaria, que también se aprovecha del contexto de disolución para ganar posiciones y acercarse a la presidencia.
La vicepresidenta Victoria Villarruel ya no oculta su pretensión de reemplazarlo en la primera magistratura. En sus últimas apariciones públicas no ha dudado en tratarlo como “jamoncito del medio”, entre dos mujeres poderosas como ella misma y su hermana Karina. Tampoco niega su ambición de desempeñar la primera magistratura lo antes posible, ni evita diferenciarse de los métodos inconstitucionales y las graves agresiones a la institucionalidad en la que incurren cotidianamente el presidente y sus allegados.
La inicialmente silenciosa rebelión de Villarruel ahora es cada vez más explícita. No sólo posibilitó el rechazo del mega DNU por parte del Senado, sino que también le advirtió al presidente que el proyecto de utilización de las Fuerzas Armadas en seguridad interior no tendrá aprobación institucional. Tampoco ha hecho un solo comentario aprobatorio sobre las políticas económicas y se ha diferenciado claramente de las gestiones de Defensa y Seguridad.
Los resultados económicos y sociales del gobierno son decepcionantes, y hasta el ministro Luis Caputo y el propio presidente han tenido que salir a reconocer que la pendiente descendente de la inflación podría verse alterada en los meses de marzo a junio, y que la recuperación económica que anunciaban deberá esperar para más adelante.
En medio de este contexto tan negativo, el presidente “jamoncito” no tuvo mejor idea que postear una imagen propia que asemeja ser una réplica de otra de Napoleón Bonaparte, con la leyenda “Viva la libertad carajo!”. En ella se lo ve abatido y descorazonado, y no podría ser de otra manera, ya que la imagen de Napoleón elegida corresponde al momento de su derrota.
¿Qué está queriendo transmitir el presidente? ¿Su declinación física y mental ante el fracaso de su gestión? ¿Se siente en situación de derrota, dispuesto a dar un paso al costado ante lo irreversible? ¿O, tal como suele suceder en su caso, es el producto de su ignorancia respecto de la situación que atravesaba el gran corso al momento de ser retratado?