El esposo de la funcionaria nacional que comparó al matrimonio igualitario con tener piojos y defendió el mercado de órganos, formó parte de una operación financiera que llevó al Banco de Integrado Departamental (BID) a la quiebra. Las pérdidas habrían alcanzado los 1.000 millones de dólares.
Titular del ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la Nación, Diana Mondino nunca fue ajena a las polémicas. Lejos de ello, pareciera disfrutar de generarlas. Durante la campaña que llevó a Javier Milei a la presidencia, supo defender la idea del mercado de órganos y hasta comparó al matrimonio igualitario con tener piojos.
Sin embargo, ninguna controversia de las tantas que rodea a su figura es tan fuerte y llamativa como la que protagonizó su marido, Eugenio Isaac Pendás. La actual canciller y Pendás se conocieron décadas atrás, cuando ambos formaban parte de la cantera intelectual ultraliberal de la UCEMA.
Por entonces, Pendás tenía un perfil algo más elevado que su esposa. Corría el año 1991 y Roque Fernández decidió designarlo como superintendente de Entidades Financieras del Banco Central. Sería el comienzo de una carrera meteórica, que lo llevó a la secretaría de Programación Económica y a la de Obras Públicas en 1997. Un año después, renunciaría para abrazar un jugoso contrato en Papel Prensa SA.
Poco tiempo antes, a mediados de 1993, una comisión especial de la Cámara de Diputados había encabezado una investigación sobre supuestos ilícitos cometidos en torno al Banco Integrado Departamental (BID). La entidad, fundada en 1978 con sede en Venado Tuerto, había despertado el interés de los investigadores de lavado de dinero.
Según se pudo averiguar, directores, accionistas y hasta empleados del BID llevaron a cabo préstamos irregulares a empresas vinculadas con la propia entidad financiera. Fue sólo la punta del ovillo. Con el correr de la investigación se supo que además habían creado activos falsos y obtenido fondos del Banco Central mediante información fraudulenta.
En 1994 el BID entró en cesación de pagos y, diez meses después, el Banco Central, con Roque Fernández a la cabeza y Pendás como superintendente de Entidades Financieras, anunció la suspensión de actividades de la entidad bancaria. Desde ese momento en adelante, los ahorristas no pudieron retirar sus fondos y los jubilados no pudieron cobrar sus pensiones.
A pesar de encontrarse en una delicada posición, en 1995 el BID absorbió los activos de dos bancos: ACISO y De la Ribera. De acuerdo a declaraciones de la gerencia durante la investigación judicial, lo hicieron “bajo intimidaciones” del propio Pendás, quien aún representaba al Banco Central.
Pendás justificó sus acciones asegurando que la calificadora de riesgo Risk Analysis le había atribuido la “triple B” al BID, habilitándolo para la operación. Irónicamente, la empresa Risk Analysis pertenecía a su esposa, Diana Mondino. Fue en base a esta operación que el Banco Central le otorgó al BID, una entidad financiera fundida, 171 millones de pesos.
Un año después, el juez de Venado Tuerto, Marco Ferraroti, decretó la quiebra formal. Las pérdidas fueron inmensas, incluyendo 400 millones de dólares de desfalco a los ahorristas, 320 millones afectando al Banco Central y varios cientos de millones en intereses.
Los acreedores del BID viajaron desde remotos puntos del país hasta las puertas del Banco Central a golpear cacerolas, pero nada lograron. Especialistas en la materia catalogaron la movida como “la estafa más grande desde la crisis del Tequila”.
En 2005, casi una década después, algunos banqueros fueron procesados por la Justicia, pero nadie cargó con las culpas. La causa, finalmente, prescribió en 2009. Diez años después, a mediados del 2019, los ahorristas, muchos de los cuales habían depositado dólares, pudieron recuperar parte de lo que se les debía, pero con dos detalles lamentables: no les fueron actualizados los montos y les devolvieron pesos, en seis cómodas cuotas. (www.REALPOLITIK.com.ar)