No por casualidad, Javier Milei decidió hacer su primer viaje internacional como presidente al estado de Israel, como un gesto explícito de admiración hacia una nación y una religión por las que dice profesar una atracción magnética.
Fiel a su esquema dual, que podría catalogarse como bipolar o cínico, según cual sea la evaluación que se haga sobre el estado psíquico del presidente argentino, la segunda parada de esa travesía fue nada menos que el Vaticano, donde se reunió con el Papa Francisco, a quien hasta no hace mucho denominaba como “el anticristo” o el “enviado del maligno”.
El hotel King David de Jerusalén fue su residencia en el estado de Israel, en la antigua sede de la comandancia del mandato británico de Palestina. Javier Milei fue el primer mandatario latinoamericano que visitó ese territorio desde el inicio del actual conflicto en tierra santa, donde no sólo manifestó su alineamiento con el estado hebreo sino que también anunció el traslado de la embajada argentina a Jerusalén, contra la explícita recomendación de los organismos internacionales que consideran que, al tratarse de un territorio en disputa entre tres religiones, esa determinación implica una convalidación de las posiciones y los reclamos de ese estado en Medio Oriente.
Si bien la Argentina es el hogar de la mayor comunidad judía de Sudamérica, con más de 250 mil fieles, no todos los ciudadanos acompañan este posicionamiento: algunos por prevención, luego de los atentados que sufrieron la AMIA y la embajada de Israel en los años 90; otros por disentir con las políticas que impulsa ese estado sobre la población palestina y estos grupos terroristas.
El presidente argentino asegura ser una persona muy espiritual, que a través de un médium se comunica con su perro fallecido, Conan, y evita las relaciones carnales, limitándose al ejercicio del sexo tántrico. Nacido en una familia católica, sus primeros acercamientos con el judaísmo se produjeron hace unos años, a través de uno de sus alumnos, miembro de la familia Sutton, de origen hebreo y dueña de dos de los mayores hoteles del país, quien también se preparaba para ser rabino. A partir de los diálogos mantenidos con este joven, Milei comenzó a leer las escrituras sagradas del judaísmo y empaparse en su cultura. Ese interés se convirtió en devoción pública en junio de 2021, cuando ya se había lanzado a la liza política.
El actual presidente, por entonces, se mostraba afectado por la asociación que recibía en las redes sociales con Adolf Hitler y el nazismo. Uno de sus amigos, Julio Goldstein, le recomendó que visitase a Shimon Wahnish, un rabino, director de la asociación Comunidad Israelita Latina de Buenos Aires (ACILBA), una comunidad de judíos sefaradíes procedente de Marruecos.
Según relata el propio Goldstein, “hablaron un largo rato y luego devino en un encuentro cabalístico en el que se señaló que Javier encabezaría un movimiento liberador en la Argentina. Milei salió de esa reunión emocionado”.
A partir de entonces Goldstein, su embajador en Israel, lo acompañó casi diariamente a visitar la sede de la ACILBA, ataviado con la kipá característica de los judíos ortodoxos. Allí comenzaron sus referencias constantes a la Torá y el Talmud, y donde aprendió una de sus frases favoritas de campaña: “En una batalla, la victoria no depende del número de soldados, sino de las fuerzas del cielo”, una cita del libro de Macabeos del Antiguo Testamento. Sin embargo, Milei no llegó a realizar una conversión completa, ya que argumenta que tendría dificultades para cumplir con el descanso obligatorio del Sabbat.
Karina y Javier Milei, en el lugar donde conoció a su perro Conan hace dos mil años, uno en calidad de león y otro de gladiador.
En uno de sus habituales éxtasis pseudo intelectuales, que maravillan a los ignorantes y espantan a quienes tienen algún mínimo conocimiento de las temáticas que aborda -sean éstas la economía, la sociedad, el sexo o la religión-, llegó a animarse a interpretar las escrituras en clave política económica. “Soy liberal libertario, y está claro que el Libro de Shemot (Éxodo), para mí es absolutamente revelador: narra la salida de Egipto hacia la tierra prometida. Entonces para mí es una epopeya. Obviamente, en ese contexto, mi admiración por Moisés es absoluta, porque él es, si se quiere, el primer gran libertador. Y él y su hermano Aarón se enfrentaron al faraón, que era como el líder de la gran potencia mundial en ese momento”.
También ha conseguido espantar a los religiosos con su comparación de su hermana, Karina: “Moisés era un gran líder, pero no era bueno divulgando. Entonces Dios le mandó a Orón para que divulgue. Bueno, Kari es Moisés y yo soy el que divulga. Soy solo un divulgador”.
A partir de este acercamiento a la ACILBA, Milei empredió numerosos viajes a diversos espacios judíos en el extranjero. El último de ellos fue su al cementerio de El Ohel, en Queens, Nueva York, para acudir a la tumba del rabino Menachem Mendel Schneerson, una figura clave para Milei e importante también para la política israelí del siglo XX y muy conectada con Wall Street, sobre quienes pesan duras denuncias sobre corrupción y pedofilia.
Esa relación con sectores poderosos del capital financiero judío internacional le habilitó el establecimiento de fluidas relaciones con empresarios argentinos de esa confesión muy importantes, como Eduardo Elsztain, uno de los líderes del sector inmobiliario y propietario del Libertador, el hotel donde se hospedó durante su campaña y hasta que se completaron, recientemente, las reformas en la residencia presidencial para poder albergar a sus perros. Por supuesto que la generosidad de Elsztain no quedó sin reconocimiento, ya que recibió importantísimas concesiones y beneficios del gobierno nacional.
Según se ha denunciado oportunamente, el viaje en jet a Nueva York de noviembre habría sido pagado por Gerardo Werthein, otro magnate argentino judío que, a final de ese mes, fue confirmado por Milei como embajador argentino en los Estados Unidos.
La relación de Milei con estos sectores del judaísmo -la mayoría de los cuales son denunciados y descalificados por sus prácticas comerciales, morales y presuntamente delictivas dentro de la propia comunidad judía en la Argentina-, si bien para algunos es motivo de celebración, muchos cuestionan la aparición de símbolos y conceptos judíos en su política.
No por casualidad, en el mes de septiembre pasado, más de 3 mil intelectuales, artistas y científicos judíos argentinos firmaron una carta contra el “uso político que realiza del judaísmo” el presidente de la nación. “Ya hemos visto cómo proyectos políticos de similares características en otros lugares del mundo, identificados con Israel, albergaron en su interior expresiones netamente antisemitas, y partidarias de otras formas de racismo y discriminación, que crecieron a su abrigo”, explican.
Milei, llorando en el Muro de los Lamentos.
Y a continuación denunciaron: “Como parte de un pueblo que ha sufrido las más horrendas persecuciones a lo largo de su historia, decimos firmemente que Milei no nos representa. No permitiremos que su apropiación de símbolos y conceptos judíos nuble esta realidad”, destaca la carta, subrayando que “las referencias de Milei a la superioridad estética de la derecha y su lucha anunciada contra el marxismo cultural, un concepto de indudables orígenes antisemitas, deben funcionar como un llamado de alerta para todos y todas”.
Según un reconocido intelectual progresista judío, “su concepción del judaísmo es absolutamente parcial, desfigurada e idiosincrática, porque Milei es alguien que rechaza la idea de justicia social. Dice que es una aberración y, justamente, es una de las claves de la tradición bíblica y de los grandes profetas del judaísmo clásico, en su defensa a ultranza de la equidad e incluso de la igualdad. Ahí están los profetas Isaías y Amós, que desmienten la visión de Milei”.
Uno de los principales temores que expresa la comunidad judía consiste en que el inevitable rechazo que recibirán las políticas de Milei en el espacio público se traduzca en una oleada de antisemitismo incontenible.
Tras su visita al estado de Israel, Milei se trasladó al Vaticano, y una vez más se desdijo de sus afirmaciones anteriores, para declarar que el Papa Francisco “es el argentino más importante de la historia”. No contento con esto, también rezó en los términos de los rituales católicos, y se reconoció como tal, aunque muy seducido por la religión judía.
El misterio de las creencias de Milei puede analizarse desde dos perspectivas. Una de ellas nos lleva a catalogarlo como un pragmático fundamentalista, dispuesto a acomodar sus discursos, su fe y sus acciones a sus conveniencias políticas, el acceso a influencias y financiamiento, y la construcción de poder personal. La otra nos lleva a analizarlo desde su salubridad mental, e interpretarlas como acciones propias de un sujeto esquizofrénico y bipolar, extremadamente inestable emocionalmente y con limitadísimo contacto con la realidad. Tampoco puede omitirse una tercera opción, que sería una síntesis de las dos anteriores.
El problema, en definitiva, no radica en Milei, sino en las consecuencias que trae y traerá aparejadas para los argentinos. Y en este caso sí, el balance es decididamente desgarrador
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